Vestida de colores y con la característica nariz roja, Solele trata de que las niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados recuperen su sonrisa y descubran su potencial por medio del show de “La Pepita”.

En esta ocasión, ella dice que se siente nerviosa porque nunca ha trabajado con un grupo tan grande, pero está confiada en que todo saldrá bien. No es para menos, esta vez trabajó con un poco más de cien niñas, niños y adolescentes que fueron retornados de México luego de un rescate masivo mientras migraban de forma irregular y sin acompañamiento. 

Solele Jeje es una payasita que trabaja para la OIM, organización que apoya el trabajo que realiza Casa Nuestras Raíces, un albergue a cargo de la Secretaría de Bienestar Social, que todos los martes y jueves recibe niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados.

Ella empieza su show con un par de dinámicas, luego saca lo que parece ser una pepita enorme. Pregunta a la audiencia qué cree que es, hasta que alguien acierta. Posteriormente, llama a un par de voluntarios para hacer el “ritual de la pepita” para ver si la pueden abrir, pero no lo logran.

Entonces pide la colaboración de *Sebastián, quien tiene 6 años, es el niño más pequeño que ingresó con el grupo. Un gorro de calamar bastó para que se sintiera confiado frente al público y ayudara a plantar la semilla y así involucra a otros adolescentes.

Sonrisas que valen oro

La artista cuenta que una de las cosas más difíciles de trabajar con este grupo de niñez y adolescencia es escucharlos decir que sus sueños fueron truncados, pero eso lo ve recompensado cuando los ve sonreír. 

“Lo más bonito es la sonrisa que regalan a pesar de todas las dificultades y obstáculos que han vivido, porque es el momento en donde recobran de nuevo la inocencia y vuelven a ser niños, se olvidan de todo”, expresó.

Solele explica que el show de “La Pepita” consiste en que las y los chicos se vean reflejados en la semilla que puede florecer en cualquier lugar a pesar de los obstáculos, y del gran potencial que llevan en su interior.

“En el show, ellos toman protagonismo, se pueden expresar, sacan sus talentos, pasan a bailar y hasta a rapear y es lindo ver que los aplausos que reciben son un refuerzo positivo para ellos”, finalizó Solele. 

Casa Nuestras Raíces Quetzaltenango atiende semanalmente a un promedio de 160 niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados, dando atención en trabajo social, psicología y medicina. Además de brindar un espacio digno mientras son reintegrados con sus familias