El auditorio se encontraba vacío, excepto por el personal de la Dirección de Prevención Terciaria, que con mucho ahínco preparaba los últimos detalles. “Esos globos se ven mejor allá… el sonido está listo”, se escuchó decir, mientras por la puerta del auditorio apareció Érick* (nombre ficticio), quien con pasos lentos, esos que solamente alguien muy seguro de su destino sabe dar, fue el primer graduando en entrar al lugar.

Érick* no llegó solo, iba acompañado de su pequeña hija, quien con su vestido rojo y su temprana edad, hacía contraste con la experimentada vida y la toga azul que pronto se pondría su joven padre. Tras recibir su toga y birrete, además de un par de indicaciones para el acto protocolario donde se graduaría junto a otros cinco jóvenes que finalizaron satisfactoriamente el curso de barbería, Érick se tomó un tiempo para reflexionar sobre lo ocurrido de octubre del año pasado a la fecha, período en el que se llevó a cabo el curso de barbería.

“A veces no sabemos a dónde podemos ir a parar con tanto que hay ahora en el mundo. La vida da vueltas y da caídas, y de esas caídas se aprende, son procesos necesarios en la vida de cualquier persona”, fue lo primero que Érick comentó. Él ahora es un hombre libre, pero hace muy poco estaba cumpliendo una sanción dentro de un Centro Juvenil de Privación de Libertad para Varones, sanción dictada por un juez compente, luego que este tuviera conflictos con la Ley Penal.

“Después de la tormenta viene la calma, después de todo me tocó la paz, pude terminar mi proceso de reinserción con éxito”, nos dice, mientras su mirada trata de explicarnos muchas cosas más.

Érick*, junto a otros nueve jóvenes, fueron beneficiados por la Dirección de Prevención Terciaria de l a Subsecretaría de Reinserción con la posibilidad de formar parte de un curso que los certificaría como barberos profesionales, el cual fue posible gracias a la alianza entre la Secretaría de Bienestar Social -SBS- y el Instituto Técnico de Capacitación -INTECAP-. Al final, solamente cuatro hombres y dos mujeres finalizaron los cuatro módulos, pero aún quienes solamente recibieron los primeros dos, fueron certificados para poder trabajar como barberos en cuanto a las técnicas básicas aprendidas.

 

Todo acto tiene sus consecuencias

“Pude pagar las consecuencias de todos mis actos. Estoy orgulloso de lo que soy ahora, porque todo ese tiempo me sirvió para construir lo que soy ahora”, nos comenta el protagonista de esta historia, quien luego de estar en conflicto con la Ley Penal y superar un proceso de reinserción y resocialización, hoy sabe que es un ejemplo para su familia, especialmente para su pequeña hija.

“Al final de todo, las consecuencias no las paga uno solo, sino también la paga la familia o cualquier tipo de persona cercana a uno. Cuando uno toma una mala decisión uno no toma en cuenta que la vida propia no es solo de uno, sino de muchas personas. Uno es valioso para muchas personas”, puntualiza.

Ana* (nombre ficticio), fue una de las adolescentes que con alegría lanzó su birrete por los aires luego de recibir el certificado que la convierte en barbera profesional. Ella estuvo concentrada durante toda la ceremonia y no fue sino hasta luego de recibir su titulo que expresó las emociones que tenía contenidas.

“Cometí mis errores, pero ellos (la SBS y el Intecap) me apoyaron y me siguen apoyando hasta hoy”, fue lo primero que dijo Ana*, a lo que agregó: “Esta es una oportunidad que me va a ayudar a conseguir trabajo, incluso yo misma puedo poner una barbería si Dios me ayuda. Me siento feliz y emocionada porque es otra meta alcanzada”.

Así como Érick* y Ana* el resto de jóvenes graduados del curso de barbería tenían una historia propia que contar, historia que inició tomando decisiones a una temprana edad, la que los enfrentó ante la justicia, pero que en el camino llevó a formar parte del Modelo de Gestión Juvenil -MGJ- de la SBS, donde recibieron una segunda oportunidad y acertaron al empezar a tomar las decisiones correctas para su vida y las de sus familias.

Texto: José Dávila
Fotos: Luis Sajché
Video: Miguel Ávila