Los días han transcurrido y ya han pasado un año y tres meses desde que *Sonia está privada de libertad. Su mamá falleció hace un tiempo y a su papá no lo conoce, el único familiar cercano que le queda es su hermano *Héctor, pero él vive muy lejos en una aldea de Jutiapa, es de escasos recursos y viajar a la capital para visitarla no es viable. 

Una visita inesperada

El día de *Sonia comenzó igual que siempre, sabe que tiene una actividad a las 8 de la mañana, así que se levanta, se lava la cara, se recoge el cabello mientras se ve en un pequeño espejo y se cepilla los dientes. Una de las monitoras la va a traer para llevarla al área común. Al entrar se queda un momento en shock, allí está *Héctor, sentado, esperándola. 

Ambos se funden en un abrazo. Un abrazo infinito, un abrazo fuerte, un abrazo de esos que estrujan el alma y el corazón y es que no era para menos, ella había esperado ese abrazo durante más de un año. Su alegría se reflejó en las lágrimas que empezaron a brotar, no lo podía creer, al fin estaban juntos. Ambos se sentaron en un rincón para poder platicar y ponerse al día de todo lo que ha sucedido en sus vidas. Se veían felices.

Lágrimas del corazón 

*Deily lleva cuatro meses privada de libertad y desde entonces no ha recibido visita, pero después de una intensa labor de trabajo social del centro se logró encontrar a su familia. Doña *Celia contó que ella se quedó a cargo de *Deily y sus hermanos desde que eran pequeños, pues la madre de ellos desapareció y al papá no lo conocen. 

“Uno como mamá trata la manera de quererlos ver siempre, pero no se puede. Me emocioné mucho porque la pude ver, abrazar y estar un rato con ella conviviendo”, dice entre lágrimas de emoción y tristeza, pues ya debe partir hacia su trabajo en Escuintla, desde donde salió a las 4 de la mañana para poder estar a tiempo en la visita programada.

La emoción de *Deily y de su mamá, como ella le dice, fue evidente. No dejaban de abrazarse, pero el momento de la despedida llegó. No saben cuándo volverán a verse, pero este reencuentro fue el mejor regalo de fin de año que ambas pudieron recibir. “Me sentí demasiado contenta porque tenía meses sin verla y de la nada me vino a visitar. Con su abrazo estoy más que feliz”, dijo *Deily. 

Doble regalo

Generalmente *Jeymi recibe la visita de su papá o de su mamá cada tres o cuatro meses. Sin embargo, esta vez los dos viajaron desde Sololá juntos para verla y, mientras la esperaban en el área común, las lágrimas comenzaron a brotar. 

Don *Jorge, papá de *Jeymi, dijo que estaba más que alegre de poder tener la oportunidad de visitar a su hija. “Mi esposa y yo estamos muy felices porque nos apoyaron para poder venir, estamos despiertos desde las 3 de la mañana para poder llegar y abrazar a nuestra hija”, expresó. 

Los tres pudieron disfrutar de una refacción juntos y también de un abrazo. Un abrazo de papá y mamá que reconfortó el corazón de la adolescente que ya lleva año y medio privada de libertad y aún debe esperar un tiempo más para que finalice su proceso de reinserción. 

Estas visitas se realizaron con el respaldo del Comité Internacional de la Cruz Roja, que como parte de su mandato de apoyar en situaciones humanitarias a personas privadas de libertad y de su programa de restablecimiento de contacto entre familiares, ayudó con el pago del pasaje de los parientes de las internas. 

Texto y fotografías: Carolina Hernández