Mientras los internos de Anexo practican deporte al aire libre, se ve como una pequeña bola de pelos se mueve con agilidad de un lado a otro, todos tienen cuidado de no pisarla.*Martín se agacha, la toma en sus manos y se la lleva al hombro. Es Doggie, la mascota del Centro Juvenil de Privación de Libertad.

A principios de 2021, los jóvenes hicieron una singular petición al Director: que les permitieran tener un perro. Tras analizarlo junto con autoridades de la SBS, la solicitud fue autorizada como parte del proceso terapéutico y de reinserción.

*Martín y su compañero *Ángel, cuentan que tenían unos cinco años de no tocar a un animal y ahora que Doggie llegó a sus vidas se sienten bien y felices. “Estar pendiente de su cuidado nos ayuda a distraernos y jugar con él nos saca sonrisas”, coinciden los jóvenes.

Doggie llegó para cambiarles la vida, asegura el Director, pues no solo han tenido que hacerse responsables de mantener bien y saludable al perrito, sino también por la conexión emocional que han generado. “Se les ve más felices”, afirma.

“Anteriormente, en el centro habíamos visto dos perros y desde entonces nos quedó la inquietud de tener nuestra propia mascota y la verdad se siente bien estar con Doggie. Nos toca bañarlo, jugar con él, limpiar su lugar y alimentarlo para que crezca bien”, cuentan los jóvenes.

La directora de centros cuenta que entre todos los jóvenes cooperan para pagarle el “Grooming” una vez por mes y siempre están pendientes de que no le falten sus croquetas y su agua limpia y fresca. Sin duda, Doggie es un consentido, se le nota porque no come más que de la mano de los chicos.

De acuerdo con estudios internacionales, los animales de compañía “mejoran la conducta de las personas privadas de libertad, su capacidad para relacionarse con más gente, así como los niveles de ansiedad” y se nota en los jóvenes, porque mientras Doggie está con ellos se ven sonrientes.