Isabel tenía 17 años cuando sus recuerdos empezaron a desvanecerse. No existe una teoría médica que explique porqué su mente divagó por varios años hasta llevarla lejos de su hogar por 18 años.

Por aquellos días, la muchacha estudiaba el tercer grado del nivel básico en un colegio del caserío Pasac, en las tierras altas y frías de la Boca Costa, entre Sololá y Suchitepéquez. Fue a los 14 años, que llegaría a su vida un evento que marcó su vida.

La joven quedó embarazada. Ello lastimó a sus padres y fue causa de fuertes reprimendas. Cuando ya su pequeño hijo empezaba a caminar, Isabel empezaba a mostrar signos de un comportamiento que preocupaba a sus familiares que veían que su memoria se deterioraba.

Y en el momento menos esperado desapareció luego de una caminata fortuita. Fue encontrada unos meses después en un hogar a cargo de la Secretaría de Bienestar Social en Antigua Guatemala.

 “La familia nos comentó en una entrevista que sostuvimos que, durante su etapa de estudios, a los 17 años, quedó embarazada y tuvo a un niño. A raíz de eso, ella tuvo un cambio y ella perdía la memoria”, comenta la trabajadora social, Gladys Pérez.

Su estado empeoró y meses más tarde volvería a marcharse sin rumbo fijo, mientras su memoria se borraba completamente. Esta vez la ausencia se prolongaría tanto que finalmente la dieron por fallecida. No obstante, sus hermanos y hermanas prometieron a sus padres antes de morir, que no dejarían de buscarla.

La institucionalización

Agentes de la Policía Nacional Civil encontraron a Isabel vagando en las calles de San Marcos. La pusieron a disposición de la Procuraduría Nacional de la Nación, que a su vez ordenó ponerla bajo protección de la SBS y fue instalada en una residencia de cuidados especiales en Antigua Guatemala y luego fue trasladada al Hogar Seguro Virgen de la Asunción.

Durante la mayor parte de este lapso, Isabel apenas si se comunicaba y permanecía con una condición de mutismo selectivo, es decir, que cruzaba una que otra palabra sólo con algunas personas. Durante mucho tiempo se le consideró más joven de lo que en realidad era.

Hace aproximadamente tres años, Isabela fue trasladada al hogar Onice I en Quetzaltenango, como parte de la desconcentración de servicios que se implementó en la SBS. Ello implicó que al igual que sus compañeras, tuviera acceso a actividades terapéuticas y educativas como talleres de cocina, educación, deportivas y apoyo psicológico.

Las internas tienen “reuniones con sus psicólogos, sus maestras especiales. Tienen salidas a CDAG al gimnasio para practicar deportes”, explica la educadora de Onice I, Ana Esther Pineda.

El reencuentro con sus recuerdos

Gracias a todas las actividades y atenciones a las que fue sometida, hicieron que los recuerdos empezaron a volver, mientras su capacidad de comunicarse con los demás mejoraba sustancialmente. De ahí, que empezara a recordar el nombre de su caserío, Pasac, pero era difícil dar con su ubicación, pues podría ser de cualquier parte del país. Fue llevada a Pasaco en Jutiapa; y a San Marcos, donde fue encontrada y rescatada, pero nada le pareció familiar.

“Ella ha logrado avanzar. Nos dimos cuenta de que Isabel contaba con varias destrezas. Se le inscribió en un curso de panadería. Decidimos involucrarla en muchos espacios como cursos de belleza, dibujo, tejidos y eso le ha ayudado en su desarrollo y recuperación”, agrega la Trabajadora Social.

Fue hasta que mencionó el nombre de Nahualá. Esta pista llevó a una búsqueda en redes sociales que finalmente dio con una imagen de la iglesia del caserío Pasac de la aldea Xejuyup en Nahualá, Sololá. Isabel la reconoció de inmediato, así como una foto de su antiguo colegio y en una foto grupal logró identificar a uno de sus docentes.

El regreso

Gracias a las redes sociales, el profesor de Isabel fue localizado fácilmente quien a su vez consultó a las autoridades del Cocode del lugar, quienes confirmaron que el caso era conocido en la localidad y se comunicó con sus hermanas, recuerda la directora de Onice I Esther Xoquic.

Las educadoras quedaron gratamente sorprendidas al conocer los detalles de la vida de Isabel antes de que perdiera la memoria, pues la mayoría de los datos, que se presumían sobre la muchacha, eran erróneos. Lejos de ser una niña con un nivel de educación primaria; ya era mujer que había alcanzado el nivel medio. Sin embargo, “la mayor sorpresa fue enterarse de que era madre de Esvin, un joven que ya alcanza los 20 años”; indica Xoquic.

A partir de ese momento, toda su vida dio un nuevo giro que esta vez fue de felicidad para las hermanas que prometieron encontrarla y para su hijo, quien gracias al esfuerzo de su trabajo espera brindar a su madre todo lo necesario para cuidarla.

Luego de reuniones preparatorias y de convivencia preliminar, la familia de Isabel y gran parte de su comunidad acudieron a recibirla, mientras su familia la esperaba impaciente. En un emotivo acto que culminó con un canto de Esvin para dar la bienvenida a su progenitora, la recién llegada agradeció la recepción y con timidez, pero con una gran sonrisa dijo que estaba muy feliz de estar en casa.

El futuro

Isabel vivió su último fin de semana, en el centro Onice I, el que fuera su hogar durante tres años y en donde ha cultivado una sincera amistad con sus compañeras. Por ello, compartió con un pastel que horneó gracias a las habilidades que aprendió en los cursos de repostería que la Fundación Panamericana para el Desarrollo impartió a las jóvenes gracias a las relaciones interinstitucionales que fomenta la Familia SBS.

Gracias a esta también se gestiona la donación de un horno de panadería que dicha entidad podría donar a Isabel, para que pueda enfrentar el futuro con su familia.

 “Que siga adelante y que ponga este interés como lo ha hecho. A le le gusta la panadería bien podría poner su empresa. Yo le deseo todo lo mejor”, afirma Melvi Miranda, otra de sus educadoras.