La timidez es una experiencia común en la infancia y la adolescencia, pero a veces las madres, padres y tutores se preguntan cuándo deben preocuparse. Es importante entender que la timidez no es un problema en sí, pero puede convertirse en un obstáculo si afecta la capacidad de un niño para participar en actividades sociales o desarrollar relaciones saludables.

Entender la timidez es un paso importante para saber cuándo se convierte en una preocupación y cómo atender esta situación para apoyar el correcto desarrollo integral de las niñas, niños y adolescentes.

Farah Morales, psicóloga del Programa Especializado contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata, comentó que, en el desarrollo humano, según el psicólogo y psicoanalista Erik Erikson, la timidez comienza a aparecer alrededor de los dos años, cuando las niñas y niños empiezan a ser conscientes de que su comportamiento tiene efectos.

“En esta etapa comienzan a sentir culpa porque alguien se enoja, o sienten que son chistosos porque los demás se ríen; entonces, si a esa edad son tímidos porque no les gusta que alguien se ría o por un saludo, es normal, pues tienen conciencia de su alrededor y su realidad”, explicó.

Agregó que si en el periodo de cinco a siete años continúan de esta forma e incluso se intensifica a actitudes como no querer ir a la escuela o con dificultades para la interacción social, hay que empezar a observar con detenimiento las alertas y evaluar qué puede estar pasando.

“Todo lo que las niñas y niños vivan entre los 0 y 7 años va a repercutir en su personalidad, en el hecho de si van a ser más extrovertidos o si van a ser más moderados. Por eso es importante que los padres les den la confianza y motivaciones para que sean independientes y perseverantes”, apuntó.

Morales recalcó que la timidez es parte del desarrollo, pero cuando esta se alarga en el tiempo y se vuelve crónica hay que evaluar y considerar que pueda existir una condición de autismo, o incluso situaciones de abuso que deben atenderse apropiadamente.

Al buscar algunos indicios e identificar posibles molestias que orillen a tomar acciones, la pregunta es: ¿Qué debo hacer? Para responderla compartimos contigo algunos consejos, tanto para identificar así como para fortalecer a las niñas, niños y adolescentes que tienes a cargo.

Ayuda a tus hijas e hijos a entender que está bien ser diferente y que todas las personas tienen cualidades que las hacen ser únicas y especiales. 

Desde tender la cama, peinarse, colaborar en casa, todas pueden ser metas que les ayudarán a enfrentar retos. Lo más importante es celebrar sus pequeños logros para aumentar su confianza. 

La mejor forma de hacerlo es por medio de tu ejemplo. Sé tú quien, de forma positiva, les enseñe cómo se interactúa con las demás personas y qué se hace en diferentes situaciones sociales. 

Participar en deportes, artes u otros pasatiempos, pueden ayudar a construir la confianza social. Apoya sus intereses para que entonces esta sea una herramienta con la que puedan conectar con otras personas.

Enseña a tus hijas e hijos a entender las emociones de los demás y que entonces, como consecuencia, tengan mejores habilidades de comunicación. 

Los juegos de roles sirven para que las niñas y niños hagan ensayos y se sientan más seguros en situaciones sociales. Además, es en el hogar donde también pueden practicar la comunicación abierta. Anímalos a hablar sobre sus sentimientos y miedos sin juzgarlos.

Ayúdales a lidiar con el estrés y la ansiedad de manera saludable. Para que los sentimientos de frustración no se apoderen de ellos. 

Permite que desde pequeños comiencen a tomar decisiones y hazles saber que estás para ellos en todo momento. Al llegar a la adolescencia es aún más importante que refuerces la enseñanza de toma de decisiones con responsabilidad. 

Haz que tus hijas e hijos sepan que siempre estarás allí para ellos, independientemente de las dificultades que enfrenten. Que tu amor no depende de su comportamiento, ni de los aciertos o errores en su vida. 

Recuerda estar atenta o atento a señales de alarma como el evitar las situaciones sociales, dificultad para hacer amigos o problemas académicos por miedo a participar en clase; pues estas te darán la pauta para poner más atención al comportamiento e intervenir a tiempo. 

No olvides que buscar ayuda es válido. Busca apoyo en maestras, educadores y equipos de psicología, para que tengas orientación profesional.

Texto: Cecilia García
Fotografías: Archivo SBS